Ciudadanos bióticos, coronavirus, Gaia

En la sabiduría antigua, tanto en sociedades orientales, occidentales e indígenas, existe como concepción compartida la importancia del vivir el día a día, y de como esta práctica da forma a la percepción del mundo y de nuestra propia realidad finita como seres vivos y conscientes.

Las sociedades, como fenómeno inherentemente humano, se construyen asimismo desde las bases individuales de conducta de las personas y en definitiva, de los mitos, historias o narrativas compartidas que dan origen a los sistemas de creencias y desde ahí a los sistemas institucionales que rigen nuestro día a día. Y es en el corazón de la modernidad, donde se encuentra instalada la creencia implícita de nuestra inmortalidad, nuestra eterna juventud y de nuestras proyecciones futuras que nos desarraigan del día y nos anclan a una búsqueda permanente de progreso y movimiento.

Más allá de la búsqueda personal de cada ser humano, la historia reciente nos ha demostrado que la única forma de obligar a una sociedad a detenerse, transitar el día a día, postergar planes futuros y observarse ha sido la existencia de una amenaza externa, de -en el lenguaje de los economistas-, un shock que ha alterado nuestra rutina, nuestra siempre única y por supuesto primordial agenda para protegernos y cautelar nuestras vidas y nuestros intereses.

En este sentido, el impacto que el coronavirus le ha dado a la envanecida civilización humana contemporánea ha sido cataclísmico. Por supuesto podemos ver el impacto en el número de personas infectadas o fallecidas o en la caída de los indicadores financieros, pero lo más trascendente es el efecto en nuestras conductas, en nuestras emociones y en nuestras creencias. Es en todos estos aspectos, donde nuestra civilización se percibe a si misma vulnerable y por la misma razón, es donde emergen las posibilidades de la nueva sociedad que se encuentra en construcción.

Ciertamente aún tenemos dudas de cómo se inició esta pandemia, si fue un virus creado, mutado accidentalmente o importado desde un espacio de sacrificio de animales para comida humana y quizás jamás sepamos la verdad de este origen. Asimismo, aún elucubramos y lo seguiremos haciendo sobre cuales van a ser los efectos en el mediano plazo y largo plazo de la pandemia. Sin embargo, lo único de lo que tenemos certeza es de los efectos que está teniendo en nuestro corto plazo, en nuestro convivir día a día.

Para quienes nos acercamos a una concepción de la vida humana en este plano físico- y por tanto de nuestras sociedades -, como parte de un todo mucho mayor, de una ecósfera o ecosistema biótico vivo, la crisis del coronavirus no puede dejar de lado, una lectura mayor de sus implicancias actuales y futuras para todo nuestro planeta y sus cohabitantes.

Desde esta perspectiva y reconociendo nuestro rol de intérpretes y al mismo tiempo creadores de realidad, me parece pertinente rescatar la concepción que la sabiduría mapuche de la enfermedad (kutran) como una expresión de desequilibrios individuales o colectivos provocada por la transgresión por parte de las personas de las leyes de la naturaleza, de la convivencia armónica entre seres humanos o de las propias conductas personales dañinas o autodestructivas.

Y es por cierto, que la noción de desequilibrio se encuentra tan latente en las conversaciones de nuestro día a día a lo largo del mundo, que resulta imprescindible, que en medio de las medidas de  cuarentena que se multiplican en nuestros países, además de las medidas de cuidado hacia nuestros seres queridos, que logremos expandir la consciencia respecto de nuestra tierra, para desarrollar las nuevas concepciones, creencias y conductas que deben guiar nuestro actuar una vez la humanidad supere la crisis del COVID 19.

Por lo mismo, de alguna manera, la cuarentena, el encierro voluntario y el recogimiento de nuestra sociedad moderna, también es una ventana de oportunidad para visualizar el nuevo escenario mundial y las tareas realmente importantes que debemos acometer como humanidad. Es por cierto un espacio de reflexión crítica sobre nuestro actuar, de cómo lo hemos hecho como sociedad y como individuos a las problemáticas globales de nuestro día a día y cuánta responsabilidad tenemos del estado de las cosas.

Ante la avalancha de cifras, informaciones y noticias en torno al coronavirus que ya se ha desplegado de nuestros medios de comunicación y redes sociales, es necesario acompañar (no necesariamente sustituir) por la introspección, la calma y la conversación con el otro, para poder formarnos nociones más integradas de la realidad que observamos y adoptar conductas que tiendan a restablecer los equilibrios y generar nuevas armonías.

Y es que precisamente esa es la forma en que la misma sabiduría mapuche concibe la medicina, una acción sobre la espiritualidad, las emociones y los pensamientos, pues estos aspectos del ser se encuentran íntima e indisolublemente interconectados al cuerpo que percibe la enfermedad. La única forma por tanto de sanación, será siempre volver al equilibrio de nuestros orígenes como seres humanos.

Pablo Peña, Biocitizen Chile

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